«Cuando era niño jugaba con mi hermano mayor Roberto.
Jugaba con otros niños y muchachos mayores en el parque. Pero cuando todos se cansaban, a mí me gustaba seguir jugando. Entonces tenía a mi perro Bombom.
Bombom era como un defensor incansable. Siempre me aseguraba de llevarlo conmigo.
Era un perro callejero, un verdadero perro brasileño. Incluso los perros brasileños aman el fútbol. Bombom fue una gran práctica para el regate y también me sirvió para practicar otras habilidades. Bombom fue la primera víctima de la ‘elástica’. Cuando jugaba en Europa, algunos defensores me recordaban a Bombom».